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Mucho se ha hablado de la política de subvenciones del cine español y de su fracaso en el cual se ha insistido tozudamente. Parece ser que se ha insistido en este fracaso por algún extraño interés. Tanto el Estado español (la Administración me refiero) como las Comunidades autonómicas, como Cataluña, han repartido dinero público alegremente en películas que no se estrenan porque no interesan a nadie,

Nos encontramos ante un pozo sin fondo por el que ha desapareciido numeroso dinero público de todos los españoles, los ciudadanos que han pagado sus impuestos sin recibir nada a cambio, Recuerdo en 1988, un festival donde programaron un film innenarrable que en 30 minutos vació la sala dejándola completamente vacía. Su autor en una rueda de prensa justificó la política del Ministerio que le había financiado su proyecto. "Todo va muy bien, todo va mejor que nunca, y el que quiera hacer cine industrial que pida subvenciones al Ministerio de industria".

Yo no quiero hablar mal de nadie porque no es mi estilo pero resulta extraña su respuesta. El comité que presentaba los proyectos esta presidido por él propio realizador que se había premiado a sí mismo.

Esta política sólo tiene dos posibles explicaciones. La Administración es estúpida o es deshonesta. Yo me inclino más por lo segundo. Hay mucho caradura en el cine español que han llevado a nuestra paupérrima industria al colapso.

Deshonestidad ya la había durante el franquismo y régimenes anteriores. La ha habido siempre. Pero la de esta democracia no tiene parangón. ¿Qué se pretende? ¿qué se busca con tanto desatino? El gran beneficiado ha sido el cine de Hollywood que ha eliminado a sus competidores hispanos y los receptores de tanto dispendio injustificado.