Llevamos tres meses de pandemia en la que nada podemos hacer. Una situación desesperante porque nos tememos un rebrote en julio. Paraliza mi web, no me permite que me operen de cataratas que no me dejan ver las letras del teclado. Queda esperar y mucha paciencia.
El Covid 19 se llevó a mi fiel colaborador y gran amigo Narcis Ribot y nos hemos quedado sólos en Diario de Cine.
Mis proyectos cinematográficos están paralizados por el mismo motivo, nuevos cortos, un largo, así que a esperar...

 

En la foto Eva María Milara y Salvador Sáinz en Cenizas bajo el mar.

La serie Starz sobre Catalina de Aragón, La princesa española, que tiene mucho de melodramática y poco de histórica. Los británicos nunca han tratado bien la cultura española. No la han comprendido pero mentir es delito. En primer lugar la reina Isabel no fue jamás una reina guerrera. Expulsó a los musulmanes de Granada pero fue su esposo Fernando el Católico quien fue a guerrear por Castilla.
Algunos actores no saben hablar español, leen los textos en una pantalla sin ningún disimulo. Charlotte Hope, la princesa Catalina, parece una voz artificial de Loquendo en sus frases en la lengua de Cervantes.
Los españoles no somos un pueblo atrasado que va haciendo el ridículo por el mundo. La escena de las plañideras es absurda e irreal.
La reina Isabel jamás torturó a su hija Juana porque era atea, la princesa en realidad fue una beata. El problema de ambas princesas es que fueron casadas a la fuerza por razones de estado con dos incompetentes que murieron al cabo de pocos meses.
Catalina se casó con el futuro Enrique VIII, un rey zafio que es mejor olvidar. A Juana la trataron de loca y la encerraron en Tordesillas. Si tan loca estaba porqué heredó la corona de un imperio. La falta de escrúpulos la confinaron y le arrebataron el poder.
Las actrices no están mal. Son muy agradables. Charlotte Hope y Alba Galocha, al menos, han cumplido con su labor.

1968, en Francia tuvo lugar el Mayo de 1968, y en el festival de Cannes, cuando proyectaban Peppermint frappé de Carlos Saura, unos estudiantes irrumpieron en el cine para bajar la pantalla. Eran los tiempos de la Nouvelle Vague, la nueva ola, mientras en España decíamos "no somos una nueva ola, somos una ola triste". Las películas del Nuevo Cine Español, por cierto subvencionado por el Estado franquista para lavar su mala imagen, eran deprimentes.
La serie La línea invisible de Mariano Barroso trata de esa época. Yo la conocí y la viví. La bomba al periódico El correo español aún la recuerdo. Son experiencias que te marcan y que nuna se olvidan. Esos niñatos hijos de la pequeña burguesía se reunían en cafeterias para hablar de revolución. Hablabas con ellos y te recitaban los libros de Marx, Lenin o Mao de forma mecánica.
Era una España triste con revolucionarios de pega que hacían gala de teorías estrambóticas. Ese comisario de policía, Melitón Manzanas (Antonio de la Torre), era a la vez un padre cariñoso y un torturador brutal. Esos energúmenos existían en todas partes. No sólo en España. En USA, Francia, Reino Uniido, la policía contaba con gente similar.
Mucha gente pensaba así. Según ellos, todos los problemas se solucionan con mano dura. Daban mucho miedo. Fue terrible vivir aquella época. La primera víctima de ETA era un guardia civil, José Antonio Pardines, que murió por tener demasiada memoria. En un control de carreteras se apercibió que una matrícula de Zaragoza la había leído en una lista de coches robados. Lo cosieron a balazos. Fue el inicio de una tragedia que duró 60 años con 873 muertos. Muchas vidas destrozadas.
En un momento de la serie se comenta que el País Vasco perdió su independencia 500 años atrás. Me quedé perplejo. Los señoríos eran régimenes feudales que pertenecían al Reino de Castilla. Era independiente el Reino de Navarra invadida por el rey de Aragón Fernando el Catóiico. La banda ETA recibió simpatía durante el franquismo pero lo perdió al llegar la democracia  porque siguieron matando y haciendo daño. Nunca debieron haber existido, sus actividades fueron completamente nefastas.

En esta foto nos encontramos al General Franco y a Lluis Companys en 1933, entonces ministro de Marina español, posterior presidente de la Generalitat tras la muerte de Francesc Macià. Aquí muy amigos pero se odiaban a muerte. Dos personajes muy controvertidos, amados por sus seguidores y odiados por el resto de la nación. Companys fusiló al alcalde de Lérida Joan Rovira Roure por organizar el cinco de enero de 1936 la cabalgada de los Reyes Magos en su ciudad.
Eso no es ningún chiste. Fue realidad. En toda la Guerra Civil entre 8000 y 9000 catalanes y catalanas fueron asesinados por orden suya por motivaciones pintorescas. Las víctimas de ETA a lo largo de su historia multiplicados por diez. Actuamente se le considera un mártir y se le venera como a un dios.
De Franco ya no hablamos porque es demasiado popular. Ha provocado demasiada literatura vomitiva para reincidir sobre él,
No hay derecho que compartamos nacionalidad con gente así.  Mientras dure la guerra (2019) de Alejandro Amenábar nos cuenta el Alzamiento Nacional en Salamanca. Indignación de Miguel de Unamuno por la violencia empleada. Carmen de Polo, la esposa de Franco, declara: "Nosotros, lo que queremos es llevar una vida muy tranquila". Un anhelo que muchos deseamos y que nos es negado.